Por: Lic. César García E.
Un mundo que sucumbió ante
la banalidad, ante la codicia absurda que lleva a la destrucción y somete a mil
millones a hambre, desnutrición, marginación… a la muerte. Un mundo donde el
dinero resulta el único dios, el tenerlo es el motivo del odio, de asesinatos,
de rencor y poder. Un mundo ya de cabeza, destinado a la tragedia, un mundo ya
moribundo por su propia impertinencia, por abusos deshonestos, por miseria
reiterada, por desprecio a lo valioso… por conciencias alienadas.
Un mundo así tan fútil,
tiene sus días contados, no sobrevivirá el sistema, en medio de tanto caos. Un
mundo de desazones, de homicidios sin razones, de la impunidad perpetua, de
fantoches reunidos… en tantas partes del mundo, para buscar soluciones impregnadas
de codicia, formulando explicaciones en medio de la inmundicia. Un mundo donde
el ingrato es altamente apreciado, el mitómano y traidor… altamente valorado.
Un mundo que se encantó con las mentiras absurdas que le vendió el consumismo,
la vanidad, lo barato… un mundo que pereció ante el acoso letal de medios que
se metieron en la habitación de niños… para desvalorizarlos, engañarlos y
destruirlos, un mundo que suplantó la atención de la mamá, la corrección del
papá… por una computadora, por una televisión, una consola de juegos o pinche
reproductora.
Un mundo desintegrado, de
fracturadas familias, de egoísmos desbordados, de arrebatar si no gana… pero
sintiéndose honrado. Un mundo donde las leyes, las proponen los mafiosos, donde
se pacta entre ellos, para robar, sustraer, denigrar y someter… al lerdo
contribuyente que se convence y percata, en medio de tanta gente –que le dice
que así es– que sus impuestos son buenos, que su esfuerzo y que su plata, van a
ser administrados con razón y con
decencia, probidad y transparencia. Pero el cándido individuo, se percata de la
farsa, cuando acude a un funeral, de los tantos que hoy ocurren, en el que la
delincuencia… salió impune y no se vio; ni la ley, ni la justicia… mucho menos
transparencia; o cuando en un hospital carente de medicinas, le avisan que
falleció, su amigo o su papá, su hijita o su sobrina.
En un mundo tan absurdo,
donde el malo cree siempre que se saldrá con la suya; el bueno, el trabajador,
el honrado, el diligente, el creativo, el persistente, el padre, el hijo
obediente, la madre tan laboriosa, amorosa y abnegada. Todos ellos –es decir–
la gente que vale mucho… se quedan paralizados, el terror los convenció que es
mejor bajar la testa y salir a trabajar, con temor y con temblor.
En un mundo tan así… tan absurdo y tan letal,
uno puede decidir vivir temiendo o amando. Yo me quedo con amar, porque sé
perfectamente que existe tantísima gente necesitada de amor; de un abrazo, de
un consejo, de abrigo y de esperanza; de convicción… dignidad, de ilusiones que
a su vez, conviertan en realidad. El amor es además antídoto del temor,
destructor del egoísmo y el amante del
pudor ¡Piénselo!
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