lunes, 18 de mayo de 2015

No al “popoférico” en Atitlán

Por Abraham Barrios

El columnista, Andrés Zepeda publicó en la revista Nómada un artículo sobre el “popoférico”, un megaproyecto que pretende mejorar la calidad de agua del Lago de Atitlán secuestrando el agua “sucia” de los tributarios del lago y transvasándola fuera de la cuenca. Como especialista en el tema considero que el impacto ambiental de la obra podría ser desastrosamente grande, por ello me siento obligado a comentar sobre la propuesta. Debido a que los elementos técnicos del proyecto son numerosos me limitaré a abordar únicamente los que estimo más importantes.

No pongo en duda que la tubería pueda funcionar de acuerdo al concepto, menos dudaré de las credenciales de los ingenieros a cargo del diseño. Pero no es la construcción de una relativamente inocua tubería lo que me preocupa. Hay problemas de fondo mucho más grandes. Para empezar, por ser Guatemala un país donde la cultura ambiental es muy pobre, no existe ni el andamiaje legal ni la infraestructura técnica para llevar a cabo estudios ambientales idóneos que definan la línea base de las condiciones ambientales actuales. La línea base es el punto de partida y retorno de todo estudio de impacto ambiental, define los criterios técnicos que el proyecto debe satisfacer, como parámetros de calidad y cantidad de agua, temperatura, hidrogeología, hidráulica, ecosistemas terrestres y acuáticos, etc. Estos criterios permiten cuantificar las medidas de mitigación requeridas para dejar el ambiente igual o mejor de lo que estaba antes de implementarse el proyecto.

Las condiciones para estudios ambientales confiables se establecerían con una ley de aguas y/o una ley de protección ambiental que los exija y regule. Pero no tenemos ni leyes ni los recursos físicos, humanos y económicos necesarios para la investigación de ese tipo. El personal técnico capacitado en prácticas ambientales modernas es raro y contado tanto dentro del Estado como en el sector privado. Aunque hubiera suficiente gente capacitada poco se podría lograr sin el respaldo de leyes y regulaciones. En la práctica, los conceptos de estudio de impacto ambiental son típicamente vagos y suelen manejarse sin rigor de ningún tipo. Prácticamente cualquiera puede preparar uno.

El problema principal que veo con el “popoférico” es el balance hídrico. Partamos de que el agua que entra al lago es finita. De acuerdo a las leyes del balance de materia la cantidad que entra al lago por medio de los ríos tributarios tiene que salir de alguna manera. El equilibrio entre entradas y salidas resulta en un nivel más o menos constante, un proceso análogo al de una pila que se llena, se vacía parcialmente y se vuelve a llenar.

Atitlán es endorreico, que quiere decir que no tiene un efluente visible (muchos lagos tienen ríos de efluentes). Pero eso no quiere decir que el agua que entra simplemente desaparezca. Sabemos que una buena parte se evapora, y es posible que otra se evacue en forma de aguas subterráneas. Esto último no lo sabemos con certeza porque para eso se requieren complejos estudios hidrogeológicos de muchos años, con personal altamente especializado. ¿Existen esos estudios?

Aparte de ser un tabú técnico conceptual, el problema con transvasar el caudal de los tributarios es el balance hídrico: el agua ya no entraría al lago pero sí estaría saliendo vía evaporación y aguas subterráneas. ¿Bastaría con el agua de lluvia sobre el lago mismo para mantener el nivel normal o veríamos una disminución gradual del nivel y el consiguiente aumento en la eutrofización? ¿Qué podría hacerse si el problema se manifiesta en el futuro cuando los “beneficiarios” del agua lago abajo hubieran adquirido “derechos” que no se les podría quitar sin litigios onerosos para el estado?

Otras preguntas que valdría la pena hacer: ¿qué impacto tiene el caudal de los tributarios en la regulación de la temperatura del agua del lago?, ¿cómo reaccionarían los ecosistemas acuáticos a cambios físicos y químicos relacionados a la ausencia del caudal de los tributarios?, ¿cuál sería el verdadero propósito del caudal secuestrado lago abajo?, ¿cuál sería el impacto en el ecosistema receptor de las aguas transvasadas?, ¿quiénes se estarían beneficiando de los proyectos lago abajo?

Las dudas enumeradas hasta aquí son nada más una muestra de la complejidad típica de un proyecto de esa envergadura. En las circunstancias actuales el popoférico enciende demasiadas alarmas y siembra demasiadas dudas, no tiene sentido siquiera considerarlo cuando no se tiene ni el marco legal ni los recursos físicos y humanos para ejecutarlo responsablemente.


Esta columna pretende ser una crítica constructiva. El peligro de la eutrofización del lago es real y urge hacer algo inmediatamente, pero si se quiere resolver el problema permanente y responsablemente lo que procede es la gestión a todo vapor de una ley de aguas y leyes de protección ambiental basadas en los más recientes descubrimientos científicos y tecnología de punta. Siendo realistas, la elaboración de estas leyes y la capacitación de personal tomaría lustros, sino décadas. Mientras tanto, se debe continuar con lo bueno que se ha hecho a la fecha, como la campaña de limpieza de la cuenca y la recolección de sólidos. Se debe además exigir al Estado alcantarillado para las áreas donde no existe y la operación correcta de las plantas de tratamiento, seguir educando a la comunidad sobre la importancia de reducir el uso de agroquímicos y promover la reforestación.